jueves, 8 de abril de 2010

Lepidópteras

Pese a mis esfuerzos por negarlo, hoy lo admito. Llevo 20 días con sus 20 noches dándole vueltas al asunto, no he conseguido acallar las voces. Qué fácil sería si el cuerpo respetara el deber puro que tiene con el alma. Toda la fortaleza y la seguridad se van por el ventanal que da hacia el patio frontal en segundos. Características de la personalidad, lo que normalmente soy o lo completamente opuesto. Me transformo y me impaciento.

¿En serio soy así? Me desconozco.

Las extremidades superiores e inferiores pierden toda fuerza y el cerebro falla como cuando decidí comer larvas sin saber que eran larvas. Fueron larvas, se volvieron mariposas.

¿Polillas? No, mariposas.

La sensación es mortífera, deliciosamente asfixiante. Siento que caigo mientras voy subiendo, se rompe todo equilibrio, me paraliza. Me traicionan, aletean descontroladas. Es primavera.

¿Divertido? Lo fue en un principio, lo sería si no doliera.

Es el martirio más dulce que existe, no hago nada por evitarlo. Me derrumbo, no puedo vencer ese terrible revoloteo de mis entrañas.



No quiero matarlas.

 
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